BOSQUE DE CENIZA Y JADE I

-BOSQUE DE CENIZA Y JADE-25
En Bosque de Ceniza y Jade, la materia se convierte en vestigio, y el gesto pictórico en ceremonia. La arpillera rasgada, el algodón deshilachado y la pita endurecida configuran un territorio donde la textura habla antes que la forma, y donde las flores no florecen, sino que emergen, como fósiles que han sobrevivido a la erosión del tiempo.

El díptico no representa un bosque, lo invoca. Bajo capas de esmalte, se perciben raíces que no buscan tierra, sino memoria; copas que no tocan el cielo, sino el eco de lo que fue. Es un jardín silente hecho de ceniza, donde la vida se ha detenido justo antes de desvanecerse. Pero entre ese gris denso, el jade aparece como un susurro mineral, como un brote improbable en un paisaje consumido.

Cada plano, cada surco del lienzo, parece contener la huella de un ritual táctil. No se pinta: se talla, se ara, se construye. El artista no ilustra la naturaleza, sino que la reconstruye desde sus escombros, como si recogiera los fragmentos de un mundo extinto para devolverle voz, forma y cuerpo.

Bosque de Ceniza y Jade es, al mismo tiempo, un lamento y una resurrección.
Técnica mixta sobre lienzo enmarcado con cristal de 106x106cm